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El 30 de mayo del 61 nos libró de la paz de cementerio.

Opinion de Teófilo Quico Tabar

Teófilo Quico Tabar

No cabe dudas de que existe cierto despertar en determinados segmentos de la sociedad sobre la necesidad de crear mayor conciencia cívica y afianzar las normas de buenas costumbres, incluyendo las que tienen que ver con las convicciones morales y de contenido filosófico cristiano. Sin necesidad de que todo se convierta en un catecismo religioso, si no, fortaleciendo las enseñanzas, tradiciones y dogmas que, producto de la expansión de toda índole, han ido quedando rezagadas en el camino. En tal virtud, uno de los aspectos que he querido destacar en los últimos artículos va dirigido a recordar los grandes esfuerzos que se han tenido que realizar para disfrutar de un clima en el que cualquier ciudadano tiene derecho a expresarse. Porque eso también es conciencia cívica.

A un grupo de la misma generación nos preocupa mucho que poco a poco, así como quien no quiere la cosa, se ha querido vender a la sociedad la idea de que vivir en libertad y democracia no tiene valor. Haciendo comparaciones de que en la época de la dictadura tiránica que oprimió la nación por espacio de 31 años había seguridad. Que se podía andar por las calles. Que nadie se metía con el otro mientras no se tocara el nombre del perínclito. Y eso es una burda y engañosa mentira.

Es sumamente complicado poner ejemplos por la cantidad de valiosas personas que perdieron sus vidas, fueron encarceladas o deportadas durante la oprobiosa era, algunas ligadas familiarmente. Que sus familias tuvieron que vivir encerrados en el silencio tragando amarguras y que pocos saben los traumas que les causaron de por vida, por el hecho de que algún calié de la época, que habían muchos pagados y espontáneos, le provocaran daños irreparables.

Miles de dominicanos sufrieron horribles consecuencias por no estar de acuerdo con alguna disposición; porque no le gustara la forma de actuar de algún pelafustán de cuello y corbata o de simples peones del régimen; por decir algo que se entendiera que era conspirar contra el régimen, así como muchas cosas de las cuales se podrían escribir libros y libros. No inventadas, sino vividas.

Las actuales generaciones tienen derecho a saber la verdad de lo que significó esa era indeseable, no solo para los que tenían conciencia democrática – lo que significa el derecho a disentir – sino también para personas que estaban dentro del sistema, incluso militares. En tal virtud, me permitiré, autorizado por supuesto a decirlo, que gente o familias cercanas al régimen de los 31 años, que de alguna manera disfrutaban de posiciones, también fueron víctimas por el simple hecho de hacer una crítica. Pero ni siquiera sobre el dictador, sino a uno de sus familiares o allegados.

Por ejemplo: don César Caamaño, el papá de Fellita, Claudio, Daisy y Cuqui, hijo del viejo don César Caamaño, quien fue mi vecino, hermano del General Fausto Caamaño el papá de Francis. Don César, siendo militar del ejército, cayó como se dice en desgracia y fue dado de baja, porque hizo un comentario sobre el general José García Trujillo. No me embrome nadie con eso de había seguridad. Había como dice una canción, la paz de cementerio. Por eso, hay que continuar creando conciencia cívica y democrática.

 

Teófilo Quico Tabar

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