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Por un gran pacto social, cívico y moral

Por un gran pacto social, cívico y moral

Teófilo Quico Tabar

A pesar de los indudables avances que ha logrado el país, personas de nuestra generación constantemente muestran cierta preocupación por el presente y futuro de la nación. Pensando, seguramente, en los nietos y en algunos casos en los biznietos. Y todo esto, por los cambios en el comportamiento que se han venido produciendo por años en algunos segmentos sociales. Lo que algunos denominan transculturación de costumbres y hábitos importados de otros países al ámbito nacional. Lo que está trayendo consigo determinados antivalores, modismos, lenguajes obscenos y formas de comportamiento extravagante, que podría poco a poco arrastrar a gran parte nuestra juventud. A esos que representan uno de sus principales activos: el presente y futuro de la patria. Por temor que esas influencias puedan cambiar una buena parte de la nación joven, hasta el punto que, no respetar a nadie pudiera convertirse en una rutina.

En tal sentido, pensando profundamente en la sociedad y en nuestros nietos, y conscientes de que a nuestra generación le queda poco futuro, no representa una idea absurda o quimérica, plantear la conveniencia de un gran pacto que involucre a todas las fuerzas vivas. A las autoridades en los diferentes ámbitos y niveles, al liderazgo político, religioso, académico, empresarial y comunitario. Con el objetivo de que, para encarar ese mal, pudiera suscribirse un gran pacto social.

Partiendo de la idea de que tenemos que regenerar el tejido social con empeño, dedicación, esfuerzo, sudor y lágrimas, antes de que sea demasiado tarde. Por eso precisamos recuperar las buenas costumbres, el buen vivir, el pudor público y privado, y sobre todo la moralidad. Levantar el estandarte del civismo y el respeto mutuo dentro del contexto de la ley y el orden.

Todo esto, sin pasar por alto que lamentablemente nos encontramos en época de pos verdad, o como resulta más cómodo para algunos autores definirla, como mentira o falsedad. Lo cual se ha dimensionado con el fenómeno de la comunicación y algunos promotores de un lenguaje obsceno e irreverente que se replica como la verdolaga en muchos de nuestros barrios y hasta en los campos. El país debe evitar que podamos arribar a un período en dónde se pierda en su totalidad la capacidad de asombro ante las inconductas cívicas.

Tenemos que evitar que nos puedan ganar la batalla. Y lo digo con profundo pesar, ya que, cada día se pueden apreciar más espacios vitales de una juventud sana, optimista y emprendedora, y de una sociedad que, luego de la pandemia, quedó lacerada en términos de salud mental, cuyo elemento distintivo se contrae a la violencia verbal, psicológica, física y hasta laboral, lo cual se refleja de manera palpable hasta en la forma aberrante de conducir en calles, avenidas, autopistas y hasta en caminos vecinales. Con una secuela de víctimas mortales que arrojan un saldo por año escalofriante, según ha informado el Observatorio Permanente de Seguridad Vial.

Estamos conscientes de que la labor es ardua, difícil y requiere de muchas voluntades. Pero también sabemos que gracias a Dios estamos a tiempo. Porque hay mucha gente dispuesta a integrarse a la idea de rescatar las buenas costumbres, y de que muchos líderes, aunque jóvenes, tienen conciencia de esta preocupación. A repensar en esta idea por un gran pacto social. tabasa1@hotmail.com

 

 

 

 

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